

Belén Benito.
Resulta evidente encontrar la relación entre el ciclo urbano del agua y el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6: Garantizar la disponibilidad de agua y su ordenación sostenible y el saneamiento para todos. No obstante, no podemos limitarnos a observar esta única vinculación: el ciclo del agua tiene relaciones y condiciona todas las actividades de la vida y está implícito en muchos de los demás ODS; es impensable no asociar agua y saneamiento con el fin de la pobreza, con el hambre cero, con la salud y el bienestar, con la energía asequible y no contaminante, con el crecimiento económico, con la preservación de la vida submarina y la vida de ecosistemas terrestres. Por lo tanto, trabajar en la consecución del ODS 6, mediante una adecuada gestión del ciclo (urbano) del agua, es trabajar para todos los objetivos restantes.
El ciclo urbano está tradicionalmente compuesto por todas aquellas actividades relacionadas con el abastecimiento (captación-tratamiento-regulación-distribución) y con el saneamiento (recolecta de aguas residuales-transporte-depuración-restitución).
Sin embargo, el ciclo urbano debe ser entendido desde un punto de vista más global, aprovechando todas las oportunidades que ofrece en relación con la economía circular, la energía sostenible, la creación de industrias sinérgicas accesorias, etcétera.
Por ello, ha de ser considerada una tercera fase del ciclo urbano, la regeneración de las aguas residuales una vez depuradas, de cara a que sean reutilizadas para usos secundarios. La magnífica oportunidad que la gestión del ciclo urbano del agua brinda, con una abundante materia prima como es el agua residual, es el germen de esta alternativa a los recursos convencionales. Esta tercera fase del ciclo no solo supone una disponibilidad neta de recurso, sino que queda enmarcada por completo en lo que hoy se conoce como economía circular y en la búsqueda de la sostenibilidad.
Si bien podríamos pensar que el ciclo urbano del agua se cierra con estas tres fases, abastecimiento, saneamiento y reutilización, otras actividades asociadas al ciclo permiten seguir avanzando en la consecución de los ODS ya mencionados. Valorización de lodos procedentes de depuración, aprovechamiento hidroeléctrico, generación de energía a partir de biogás, cogeneración, recuperación de fósforo y nitrógeno como fertilizantes, son posibles, diría que inexcusables, dentro del ciclo.
La actividad propia del abastecimiento y del saneamiento genera una gran cantidad de residuos y lodos cuya gestión eficiente supone la posibilidad de consolidar políticas de reciclado, recuperación y reutilización.
Teniendo en cuenta que el binomio agua-energía no puede disolverse y que el consumo energético específico asociado al ciclo urbano del agua se sitúa alrededor de los 0,50 kw/m3 resulta adecuado tratar de aprovechar el recurso energético que el ciclo urbano del agua nos ofrece. Hacer sostenible el ciclo y trabajar con energías limpias es casi una obligación. Centrales hidroeléctricas vinculadas a los embalses de abastecimiento y a su operación (turbinación de los caudales ambientales), microturbinas instaladas en conducciones que permiten aprovechar las diferencias de presión entre los puntos de origen y los de suministro o las diferencias de cota entre el punto de vertido del efluente tratado en una depuradora y el cauce receptor, generación de energía a partir del biogás producido en las depuradoras con tratamientos anaerobios en la línea de fangos, cogeneración asociada a las plantas de secado térmico de lodos, son una muestra de las posibilidades de explotación del binomio citado.
Dicho todo esto, conviene resaltar que la economía de escala y el aprovechamiento de las sinergias entre las distintas actividades que he citado solo son posibles con una concepción supraterritorial y una gestión integral del ciclo.
La gestión del ciclo del agua requiere fuertes inversiones en infraestructuras que han de ser planificadas tomando en consideración todas las existentes en una región y de forma coordinada con la planificación urbana y las políticas de desarrollo territorial. Sin duda esta coordinación es más eficaz con un esquema supramunicipal.
Pero, además, una actividad intensiva en infraestructuras exige, para ser sostenible y garantizar la prestación correcta del servicio, una potente partida presupuestaria de mantenimiento, tanto correctivo como preventivo, y de reposición.
La gestión territorial supramunicipal supone un ahorro manifiesto tanto por la posibilidad de que núcleos diferenciados compartan infraestructuras como por las evidentes ventajas de operación de sistemas compartidos: personal, compras a gran escala, etcétera.
En términos de planificación y garantía, resulta también ventajoso un enfoque supraterritorial ya que se puede “deslocalizar” el recurso, (superar el sistema local tradicional), así como integrar orígenes y calidades diferentes. Cierto es que la independencia entre origen (ya sea geográfico, ya sea cualitativo) y destino requiere una potente red que interconecte esas fuentes con los puntos de suministro.
En resumen, la gestión territorial conjunta y del ciclo urbano completo aportan importantes sinergias y economías de escala.
Todo lo descrito hasta aquí es posible y está consolidado en la Comunidad de Madrid. Pero no significa que esté todo hecho. El agua es un bien escaso, la población sigue creciendo, otros usuarios (regantes, hidroeléctricos..) compiten por el recurso, las precipitaciones y aportaciones tienen una tendencia decreciente, los fenómenos extremos (inundaciones y sequías) se agudizan, la calidad del agua se deteriora, los objetivos de depuración se endurecen, el marco normativo cambia, las tecnologías avanzan, la sociedad demanda información y transparencia. La gestión del ciclo urbano del agua deberá continuar trabajando en pro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los ingenieros de caminos, formando equipo con otras especialidades de la Ingeniería, seguiremos siendo los encargados de conseguirlo.